La Galerna de la noche de Santa Clara, en Bermeo
Qué es una Galerna
Se trata de un fenómeno singular que se
produce en las costas septentrionales de España, aunque también puede ocurrir
más al norte, en la costa atlántica de Francia e incluso en el canal de la
Mancha. Es un fenómeno costero, que no afecta al interior terrestre y que se
produce con más frecuencia en primavera y otoño.
La galerna consiste en un temporal de fuerte viento racheado, con o sin lluvia, que se inicia de manera súbita cuando el tiempo es caluroso y apacible. Existen dos tipos fundamentales de galernas: las galernas típicas y las frontales.
En las galernas típicas, al
inicio, se produce un cambio repentino de dirección del viento, que pasa a
soplar del Oeste-Noroeste, con velocidades que pueden superar los 90 km/h,
aunque en la mayoría de las ocasiones no se alcanzan esas velocidades. Después
del cambio de viento suele producirse la entrada de bruma, la temperatura
desciende de forma brusca (hasta 12°C en 20 minutos) y la humedad relativa
aumenta hasta acercarse al 100%. Estas galernas suelen levantar la arena de las
playas, provocando con cierta frecuencia su desalojo, y también empeoran el
estado de la mar, pero no suelen tener consecuencias más graves.
Sin embargo, las galernas frontales
se producen cuando existe un frente de aire frío que avanza rápidamente por la
costa cantábrica. Este frente se asocia, en ocasiones, con la formación de una
ciclogénesis explosiva. Este fenómeno resulta extremadamente peligroso, ya que
las rachas de viento pueden superar los 150 km/h y el estado de la mar empeora
de forma drástica, generando un riesgo inminente para las embarcaciones, que
pueden llegar a zozobrar. Las galernas frontales pueden darse en cualquier
época del año, aunque su ocurrencia se limita a pocos casos cada década.
Los datos históricos de la galerna de
1912, de la que hablaremos en esta entrada, apuntan a que lo más probable es
que esta fuese causada por una violenta ciclogénesis en el golfo de Bizkaia.
Históricamente han tenido lugar otras galernas de características semejantes,
varias de ellas con consecuencias trágicas. Algunas de las más destacadas serían
las siguientes: 20 de abril de 1878, conocida como la galerna del Sábado de
Gloria; 12 julio 1908; 7 de julio de 1938; 26 junio de 1958; el 12 julio 1961;
el 6 de julio de 1969; 7 junio de 1987; entre otras. Hace menos tiempo, en
diciembre de 1999 y en enero del 2009, los ciclones Lothar y Klaus originaron
igualmente galernas de este tipo.
Aquel día de 1912
Hay una palabra seria, con regusto de sal
y de lágrimas, un galicismo hondo y temible, sonoro y lúgubre, que va siempre
enlazado al holocausto de las gentes pescadoras del Cantábrico: la galerna…”
(R.González Echegaray, 1981)
El verano es temporada de bonito en el
Cantábrico y, aunque la campaña no estaba resultando especialmente prolífica,
aquellos primeros días de agosto de 1912 las capturas se habían incrementado.
Quedaban pocos días para el 16 de agosto, fecha en la que se celebra San Roque
en Bermeo y, como cada año, los pescadores debían quedarse en puerto durante
varios días para celebrar la fiesta junto con sus familias. Durante las
fiestas, como era tradición, estaban previstas numerosas bodas en el pueblo;
aquel 1912 habrían de celebrarse ni más ni menos que treinta.
Pero antes de la fiesta tocaba faenar
una vez más, así que el 10 de agosto, la flota de Bermeo al completo, con unos
cuarenta barcos, zarpó rumbo a alta mar. La mayor parte de aquellos barcos
navegaban a remos y vela, ayudados de una brújula y solo unos pocos eran barcos
de vapor, que en los siguientes años acabarían por prevalecer, poniendo fin a
la tradicional navegación a vela.
Lancha Bonitera
propulsada a vapor
El día 12 de agosto, mientras los
pescadores vascos faenaban, se les acercaron barcos franceses, que en aquel
entonces disponían de rudimentarios barómetros cuyas lecturas les indicaban que
la llegada del mal tiempo era inminente. Ante la advertencia, el señero,
encargado de decidir si procedía regresar a puerto, avisó de que así lo
hicieran. Sin embargo, muchos decidieron quedarse; debían aprovechar esos
últimos cuatro días antes de la fiesta para seguir trabajando.
Aquella situación no era nueva, ya lo
habían hecho otras veces ante un temporal. Se trataba de arriar velas, sacar
mástiles y encerrarse en la bodega algunas horas mientras el mal tiempo
amainaba. Sin embargo, aquella noche del 12 al 13 de agosto no fue como otras
noches: esconderse no fue suficiente. A una distancia de entre cuarenta y
sesenta millas de la costa, donde aquellos barcos esperaban capear el temporal,
se desató con rapidez una de las galernas más hostiles de la historia del
Cantábrico. La mar arbolada y el viento furioso hicieron volcar algunas lanchas
y otras se partieron en pedazos. Los marineros cayeron al agua en la oscuridad
de la noche sin más esperanza que sus propias fuerzas para mantenerse agarrados
a los trozos de madera en los que se habrían convertido sus barcos.
De aquella noche han quedado para la
historia relatos trágicos y heroicos, como el de tres náufragos de un barco de
Lekeitio que, estando ya en el agua, hicieron una cruz amarrando dos mástiles
con un cabo; así, lograron pasar la noche agarrados a aquella cruz hasta que,
poco a poco, vencidos por el cansancio, dos de ellos se despidieron de la vida
engullidos por la mar. El tercero, Juan Daniel de Ezkurtza, patrón de la lancha
bonitera San Nicolás, increíblemente logró sobrevivir durante tres días,
habiendo divisado numerosos barcos a lo lejos, que no pudieron ver sus señas ni
oír sus llamadas. Al final, pudo ser rescatado por un arrastrero, ya a la
altura de Donostia. Se cuenta que, al subir a bordo, Daniel dijo a la tripulación:
“por mí, podéis seguir pescando y luego ya iremos al puerto”.
Lo cierto es que, pese a que hubo
supervivientes, el resultado de aquella noche de Santa Clara fue dramático: el
balance total fue de 143 muertos, de los cuales 116 eran de Bermeo, 16 de Lekeitio,
8 de Elantxobe y 3 de Ondarroa. Durante la noche y los siguientes días, el
pueblo enteró se agolpó en el muelle, esperando la llegada de lanchas que
hubieran podido sortear la galerna. Algunas de las que regresaron lograron
guarecerse en el puerto de Santander, pero muchos nunca pudieron volver. El
impacto de la tragedia en Bermeo fue tal que los muertos supusieron el 1% del
total de la población en aquel 1912. Muchas de las treinta bodas previstas
nunca se celebraron, setenta y cinco mujeres quedaron viudas y doscientos
veinticinco niños crecieron siendo huérfanos. El promedio de edad de los
desaparecidos fue de veintinueve años. Bermeo entero tuvo familiares ahogados.
Los pocos supervivientes de la noche de
Santa Clara fueron rescatados exhaustos. La tragedia formaría parte
irremediable del resto de su vida desde entonces; aun así, muchos de ellos
seguirían enfrentándose a la mar a diario para poder ganar su sustento.
La noticia se difundió con gran pesar a
través de todos los periódicos de España y algunos del extranjero. El día 22 de
agosto, se celebraron los funerales oficiales en la iglesia de Santa María de
Bermeo, a donde acudió el rey Alfonso XIII, varios ministros, militares,
obispos, etc. El rey se interesó por las mejoras que habría que garantizar para
mejorar la seguridad de los marineros. Llegaron ayudas para las familias por
parte de ciudadanos anónimos, ayuntamientos y gobiernos, en forma de donaciones
y suscripciones públicas, dado que no existía protección social alguna.
Tras la galerna, las cofradías de
pescadores solicitaron a las instituciones que revisaran la seguridad de los
pescadores. Entre las peticiones se encontraba la creación de puertos de
refugio y de una flotilla de buques de salvamento, escuelas de pesca, así como
la implantación de motores en las lanchas pesqueras.
Sobre todo, llama especialmente la
atención la petición de que se estableciese un sistema de alarma compuesto de
observatorios meteorológicos locales que avisaran con rapidez de la llegada del
mal tiempo. La importancia de este tipo de comunicaciones resulta evidente al
observar el hecho de que todos los fallecidos en la galerna eran vizcaínos,
mientras que entre las víctimas no hubo ni un solo pescador guipuzcoano. La
razón de esta situación fue que el padre Orkolaga, meteorólogo aficionado y
fundador del Observatorio del Monte Igueldo, en San Sebastián, pudo prever la
galerna observando la rápida caída de la presión atmosférica y puso un aviso a
los pescadores en la entrada del puerto. Gracias a este aviso, ninguna lancha
guipuzcoana zarpó aquel día.
En 1913, un año después de la catástrofe
anticipada por el padre Orkolaga, el Observatorio del Monte Igueldo instaló
telegrafía sin hilos. A partir de aquel momento, los pescadores del Cantábrico
siguieron con atención las indicaciones de este observatorio local.
El recuerdo en Bermeo
Esta historia ha estado muy presente en
Bermeo desde aquella lejana noche de 1912, pero regresó al primer plano de la
actualidad en su centenario, en 2012, en gran parte gracias a la extraordinaria
película documental del bermeano Jabi Elortegui. La película, “Galerna, el infierno en la mar” explica en detalle lo acaecido durante aquellos días y recoge, además,
valiosísimos testimonios de historiadores, meteorólogos, nietos de aquellos
pescadores y supervivientes de otros naufragios.
Además, el grupo Galerna Taldea organiza
cada 12 de agosto un evento para rendir homenaje a los fallecidos de 1912 y a
toda la gente desaparecida en la mar. Durante varios días se realizan actividades
conmemorativas, cuyo momento más emotivo es el anochecer del 12 de agosto. En
ese momento, los barcos y lanchas de Bermeo salen del puerto en procesión,
iluminados únicamente con pequeños farolillos, y realizan una ofrenda floral en
la mar.
Bermeo también dispone de un fantástico
Museo del Pescador en el que, además de profundizar en esta historia, se puede
entender mejor cómo es la vida de los pescadores.
Por último, destaca, como homenaje a los
familiares de los pescadores, un conjunto de esculturas de Enrike Zubia, titulado “Badatoz” (Ya
vienen), que hace referencia precisamente a esos familiares que esperan a que
lleguen los pescadores. En el puerto también podéis ver otra obra del mismo
escultor “Azken olatua, azken arnasa” (La última ola, el último
aliento), dedicada a las personas que han perdido la vida en la mar