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viernes, 12 de mayo de 2023

HISTORIA LOCAL

Una historia de hace muchos, muchos años

Navia, entre dos mares

Puerto de Vega en el siglo XIX. Foto: Ignacio Martínez Suárez. Revista Fusión Asturias.

Esta es una historia de hace muchos, muchos años, allá por el siglo XVIII cuando el concejo de Navia comerciaba cargamentos de lino con el puerto de Riga, en Estonia

Servando Fernández Méndez, en el 'Monumento al Emigrante', sobre la playa de Navia.

La producción local de lino no era suficiente, así que se importaba. El lino llegaba en barcos de vela al puerto de Veiga. El viaje, en medio de temporales, era tan duro que los capitanes, por lo general holandeses, lo primero que hacían al llegar a Asturias era redactar lo que se llamaba una protesta de mar, la justificación de cualquier deterioro en el producto. Por supuesto que los veleros aprovechan fletes para el viaje de vuelta. Entre el urbanismo un tanto desordenado de Navia surge una pequeña plaza llena de historia. Se la conoce como la Placina de los Concejos y una placa explica su nombre: En este lugar y bajo un fresno centenario nuestros antepasados celebraban sus concejos a campaña tañida y desde la Alta Edad Media para deliberar y tomar decisiones.

«Placina de los Concejos» de Navia. 

En la tranquilidad del entorno, a Servando Fernández Méndez, cronista oficial de Navia desde 2004, los ecos del golpeteo mecánico que proviene de los cercanos astilleros navales le suenan a gloria. Los astilleros Armón son una de las tres patas de la industrialización contemporánea del concejo, junto a la compañía láctea de Reny Picot y la fábrica de ENCE, que para la mayoría de los naviegos es simplemente la Papelera. "Todo surgió en muy pocos años, en los sesenta. Una industria tras otra, quizá apoyadas en el efecto llamada, y aquello fue como el final de una larga atonía, un sueño secular del que despertamos con ganas". La estatua de Ramón de Campoamor, en los jardines que llevan su nombre, da la espalda a la ría y mira de reojo a las fachadas modernistas de esa primera línea urbana que huele a mar y a emigración. Entre ellas la imponente Casa Martínez, donde abrían consultas los médicos Ramón y Jesús, éste último el cronista que precedió a Servando Fernández, con dos décadas de por medio. El poeta Campoamor, que vivió fama y acabó superado por las nuevas ondas literarias, se olvidó con saña de su localidad natal a la que solo volvió para enterrar a su madre. Y nunca más. Se entiende mal ese desapego, salvo por algún oscuro costurón que se escapa a los biógrafos.

Obra cuestionada del escultor Aurelio Rodríguez Carretero, se ubica en el interior de un zócalo circular, sobre un gran pedestal de piedra, en cuyos laterales se representan, en relieves hechos en bronce, alegorías alusivas a sus obras más laureadas: Doloras, Humoradas y Pequeños Poemas. En la parte anterior, un medallón contiene la leyenda: "Asturias a Campoamor".

Frente a los jardines discurre el Navia que más que un río es aquí un pequeño mar que busca el Cantábrico. El río de la luz, que en su desembocadura une dos orillas y abraza al concejo vecino, Coaña, marca los contornos de Navia, se vuelve puerto deportivo en cuyos muelles, tiempo atrás, los anguleros llenaban sus cedazos, y alfombra los barcos en construcción. Hay en Navia capital mucho terreno ganado a ese río con vocación marítima. "A finales del siglo XIX se desecó parte de la ría y fue como romper con el pasado. Buena parte de la muralla medieval se derriba, aunque aún quedan vestigios. Fue una obra colosal para aquellos tiempos". El notario y mecenas local Rafael Fernández Calzada era propietario de muchos de los terrenos y facilitó la lucha contra los fangales del río. La ría, por fin, asoma al mar abierto. Desde el "Monumento al Emigrante", sobre la playa de arena gris de Navia, el espectáculo esconde un peligro. "Un temporal rompió hace tiempo parte del espigón y el mar cada vez avanza más". El final de la ría cobra forma de "lago" peculiar, La Poza, "que es una zona de valor ecológico excepcional, paso de aves migratorias y uno de los grandes pulmones de Navia". Entre el Cantábrico y La Poza se levanta un pequeño mar verde de pinares cuyo sotobosque es hoy de arena. Las aguas lo inundan y la salinidad envenena los pinos. 

Vista aérea de la desembocadura de la ría de Navia. (…). El término municipal se encuentra situado en el noroccidente asturiano, junto a la ría que forma en su desembocadura el río Navia. Limita al norte con el mar Cantábrico, al sur con el concejo de Villayón, al este con el de Valdés y al oeste con el de Coaña. Tiene una superficie de 62,58 km² y una costa de 14 km de longitud. Su población empadronada alcanza los 8425 habitantes (INE, 2017).

"Hay que poner coto al mar y recuperar para siempre este espacio único", reclama Servando Fernández, que nació en Puerto de Vega en 1955, de donde salió, entre otros, Juan Pérez de Villaamil, el ideólogo del bando de los alcaldes que desde Móstoles inició la Guerra de la Independencia. Personaje fascinante. Puerto de Vega fue de siempre el puerto ballenero por excelencia del municipio, donde se refugiaba la "armaxa", con sus pinazas y lanchones "y una torre de señales y ahumadas para convocar a ballenar". Navia y Puerto de Vega son dos piezas que encajan a la perfección, salvadas las rivalidades folklóricas que tampoco molestan en exceso. Nada más épico que la caza de ballenas a bordo de traineras, con arpones de mano y en medio de mareas imposibles. Un arte que se llevó por delante decenas de vidas. "Además de mucha valentía, la pieza cobrada era repartida con una política social que se explica en la documentación de las ordenanzas de marinería ya en el siglo XVI. La aleta de la ballena se la quedaba la Iglesia, otra parte era para viudas y huérfanos del gremio. 

Puerto de Vega. El arpón y el acantilado. Foto por Grandawiki. Wikimedia Commons. (…). El Monumento Ballenero, nos recuerda la tradicional caza de ballenas. Muy cerca está la vieja Aduana del puerto, probablemente la más antigua de Asturias

Y en aquel reparto también se veían beneficiados los marineros de las embarcaciones que habían salido a la mar y no habían pescado nada". De la ballena, como del gochu, se aprovecha todo. En la playa de Coedo, al lado de Andés, hubo bodega ballenera y en Puerto de Vega se descuartizaban los animales. En el monumento mirador a la emigración, con su monolito de piedra y metal apuntando al cielo, Servando Fernández, cuenta una historia personal: "Mi padre se fue a América. En Cuba estuvo treinta años y volvió para Asturias a buscar esposa y con unos dos millones y medio de pesetas de los de principios de la década de los cincuenta. Era mucho dinero, construyó una casa en Puerto de Vega e invirtió en la educación de sus hijos. Dejó todos sus negocios en Cuba a un hermano suyo, pero llegó la Revolución y la familia se tuvo que ir a los Estados Unidos. En Cuba quedó todo. Y en España aquella pequeña fortuna que se trajo mi padre, con el correr de los tiempos se quedó en nada. Cuando él murió aún no sé cómo se las arregló mi madre para estirar el dinero".

Mirador El Monolito (Monumento al Emigrante). Consiste en un mástil de hierro, sostenido por cinco bloques de piedra, donde gravita una gaviota que desafía la bravura del océano. En su base, Jesús Martínez incorporó este bello texto:

"De cara a la gran aventura de las Américas, dejaron su tierra y cruzaron al mar iluminados por una eterna alborada de descubrimientos. Estas piedras son el homenaje permanente y entrañable de los que quedamos a cuantos emigraron y volvieron y a los que nunca más retornaron". En el centro de la plaza, se dispone un reloj solar.

FUENTE: EDUARDO GARCÍA. Publicado por La Nueva España el 30-01-2018. 


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