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martes, 3 de enero de 2023

PRIMER NAVEGANTE SOLITARIO EN DAR LA VUELTA AL MUNDO

"Navegando en solitario alrededor del mundo" : Joshua Slocum

 El navegante profesional,  Alper Günora, comenta el famoso libro


Durante milenios, el océano ha sido tanto puerta de entrada a nuevos mundos como punto de partida de viajes hacia lo desconocido, era utilizado lo mismo para la búsqueda de alimentos que para huir del enemigo; sea como fuere, los hombres saltaron sobre las primeras balsas rudimentarias y comenzaron a navegar. El conocimiento especializado, junto con el cada vez más avanzado desarrollo de buques marineros, permitió navegar cada vez más lejos. Si la Homo Sapiens, última raza humana superviviente, está ahora extendida por todos los continentes es, sin dudad, gracias a los viajes marítimos intercontinentales. 

Cuando tenía diez años, leí La isla del tesoro de R. L. Stevenson, novela que me hizo sentir curiosidad por el mundo. Fue entonces cuando, en los mapamundi, estudié los océanos y las islas soñando con los días en que viajara a aquellos lugares. Desde los 15 años, cuando elegí la vela como profesión, he trabajado en diferentes puestos, desde el lavado de velas hasta la gestión de todo un buque de guerra, por desgracia, todavía no he podido cruzar ningún océano a vela, pero sí hay una ruta que me gustaría seguir algún día y algunos puertos que querría visitar. Uno de los libros que leí fue la historia del capitán Slocum. Slocum creció en una familia de navegantes y se convirtió en marinero a muy temprana edad, siendo luego capitán durante varios años y viajando por China, Australia, Japón y Alaska. Joshua cruzó los océanos muchas veces, hasta que, un buen día, se instaló en Fairhaven.

Más tarde, se convirtió en el primer navegante en dar la vuelta al mundo en solitario, navegación que hizo a bordo de su velero Spray a finales del siglo XIX. Publicó su historia bajo el título de: «Sailing Alone Around The World» —Navegando en solitario alrededor del mundo—. El lenguaje del libro es simple, con una narración tan fluida que hace que el lector se sienta como si estuviera viajando a bordo del Spray. Al principio cuenta que, cuando fue desguazado el último barco del que fue capitán durante muchos años, se sintió vacío por algún tiempo hasta que, un buen día, un amigo se acercó a Fairhaven y le dijo: «Encontré un barco para ti.» 


Cuando llegó al muelle donde estaba el «barco«, vio un pequeño velero abandonado y lo consideró como «una broma de mal gusto«, pero le persuadieron para que arreglara aquella balandra de 37 pies llamada Spray. Durante 13 meses estuvo talando árboles con su hacha para usarlos como piezas, siendo aquel barco poco a poco remodelado y renovado por completo. Gastó un total de 553,62 $ y empleó toda su experiencia en los trabajos.
Por algún tiempo, después de las reparaciones solía ir a pescar, aunque, según sus propias palabras, «no era lo suficiente astuto como para engañar a los peces». Mientras tanto, decidió comenzar un viaje alrededor del mundo y zarpar de Boston el 24 de abril de 1895. Cuando partió, pensó que el arco iris que vio en la proa parecía estar inclinándose hacia su barco, hecho que interpretó como que un ángel estaba embarcando a bordo.
Su primera escala fue en Gloucester, y permítanme que cite sus palabras cuando entró en ese puerto bajo un fuerte vendaval: «Puse rumbo a la cala, una agradable bifurcación del puerto de Gloucester, con la intención de volver a controlar al Spray, a sopesar el viaje, y mis sentimientos, y todo eso. La bahía estaba blanca como una pluma mientras mi pequeño navío se debatía ahogándose en la espuma. Era mi primera vez llegando a puerto solo con una nave de semejante tamaño y entre cargueros. Los viejos pescadores corrieron hacia el muelle al que se dirigía el Spray, aparentemente con la intención de abrirse allí la cabeza. Apenas sé cómo se evitó el desastre, pero, con el corazón en la garganta, solté la rueda, fui a proa y bajé el foque. Como es natural, la balandra orzó aproándose al viento y, apenas avanzando, apoyó su mejilla contra el pilar de amarre en la esquina de barlovento del muelle, tan silenciosamente que, a pesar de todo, no habría roto un huevo. Con mucha tranquilidad pasé un cabo alrededor del poste y quedó amarrada.» El capitán Slocum se encogió de hombros ante los maestros navegantes que le felicitaban desde la playa simplemente diciendo: «¿Qué? No es nada.»
Consiguió algunas provisiones de Gloucester, aunque también quería reparar su cronómetro, que describió como la última moda en tecnología para navegación. Finalmente, se dio por vencido debido a que suponía un gasto de 15 dólares, consiguiendo durante los siguientes días un reloj de hojalata por un dólar con el que realizó todo el viaje.

Después de dejar Gloucester puso rumbo a Gibraltar con idea de navegar a través del Mediterráneo y el Mar Rojo para llegar al Índico, pero, a pocas millas al oeste de Gibraltar, tuvo un encuentro con piratas escapando de milagro, hecho que le hizo modificar su rumbo al suroeste de Brasil. Continuó hacia el sur hasta que pasó el estrecho de Magallanes, donde algunos habitantes del lugar intentaron robar su barco, por lo que, para evitarlo, puso, mientras dormía por la noche, clavos en cubierta, riéndose más tarde de los gritos de sorpresa de los lugareños que iban descalzos e intentaban subir a bordo.

Justo después de pasar el estrecho de Magallanes y dirigirse hacia el oeste entró en una terrible tormenta del noreste que le hizo volver al este y quedarse entre las islas del sur de Chile. Tras la tormenta, continuó hacia el oeste visitando la isla de la maldición de Robinson para luego llegar a Australia, continuando más tarde hacia Madagascar y Sudáfrica. Mientras estaba en África, se reunió con algunos funcionarios europeos de alto rango, teniendo dificultados con uno de ellos, que creía que el mundo era plano, cuando trataba de explicarle cómo navegaba «alrededor» del mundo.

En Sudáfrica tuvo a bordo un nuevo tripulante, una cabra que le dieron como regalo. Desde allí continuó navegando hacia el noroeste llegando al Caribe, pero su nuevo tripulante se comió sus cartas náuticas. Mientras tanto, entre Estados Unidos y España estalló la guerra, por suerte, consiguió volver a los Estados Unidos sin encontrarse con ningún barco español. Pero había otro problema esperándole allí: ¡la entrada del puerto de Newport estaba minada! Para evitar las minas marinas navegó muy cerca de la orilla con el pensamiento de que «abrazar las rocas era menos peligroso que abrazar las minas». En Newport echó el ancla el 27 de junio de 1898 a las 1:00 horas, terminando así su viaje de 3 años y 2 meses. Luego navegó dos días más para llevar a Spray a donde nació, llegando a Fairhaven el 3 de julio.

Por el camino se encontró con muchos barcos en los que la gente parecía sorprendida con el hecho de que estaba navegando solo, intercambiando con casi todos ellos algún regalo o, al menos, un AHOY; no le gustaban los barcos que pasaban sin saludar.

No tenía luces de navegación, sólo una linterna de pescador, además, tenía también una lámpara de cabina de dos quemadores para tener algo de luz en el interior. Como bote auxiliar temporal cortó un dory naufragado en dos mitades, ya que en el barco no había espacio para el bote completo. También tenía un piloto automático improvisado hecho con líneas y poleas.

Al final, a lo largo del viaje, ganó medio kilo y sus músculos se fortalecieron, incluso sus amigos le dijeron que parecía más joven. Durante el viaje ganó algo de dinero gracias a las entrevistas que hizo en los puertos que visitó, también, con los visitantes que iban a su barco, intercambiaba algunos materiales como algo de sebo. En casi todos los puertos que visitó las personas le proporcionaron alimentos y reparaciones de forma gratuita.

Con sus experiencias escribió su libro «Sailing Alone Around the World» —Navegando en solitario alrededor del mundo—, dejando su marca en la historia al ser la primera persona en circunnavegar el mundo con un velero en solitario; su aventura inspiró a decenas de navegantes que más tarde repetirían la misma ruta. Me gustaría transmitir la razón del éxito del viaje en las propias palabras del capitán Slocum:

«Sin embargo, para tener éxito, en cualquier cosa, uno debe tener conocimiento sobre su trabajo y estar preparado para cada emergencia. Observo, mientras echo un vistazo a mi pequeño logro, un conjunto de herramientas de carpintería no muy profesionales, un reloj de hojalata y algunas tachuelas de alfombra, no muchas, para organizar la empresa como ya se mencionó en la historia, pero, sobre todo ello, hay que tener en cuenta algunos años escolares en los que estudié con diligencia las leyes de Neptuno, leyes que traté de obedecer cuando navegaba por los océanos; mereció la pena el tiempo invertido…»